lunes, 10 de marzo de 2014

La ética de la virtud


El capítulo entabla el contraste entre las distintas concepciones de moral/ética  en épocas del pensamiento posteriores a la griega y durante esta. Muy resumido,  apelaría a la diferencia ideológica de considerar las acciones o nuestro “carácter” como decisivos en ser o no morales o éticos, por así decirlo (“¿Qué es lo correcto hacer?” o bien “¿Cuál es el mejor modo de vida?”). Para ayudar a diferenciarlo, plantea la posible distinción entre moralidad, más relacionada con el deber o compromiso social, y la ética, atribuible a los principios o las disposiciones y la formación como individuo.
Vista la moral como fruto de una filosofía posterior a la griega, no me queda otra que pensar en el cristianismo como posible motivo de este cambio, más condicionado por el miedo al error que por la búsqueda del acierto, aunque seguramente la estructura por poblaciones también haya tenido su significancia, pues a partir de que se sustituyen las polis por naciones, no molestarse unos a otros debe de revalorizarse probablemente.

En la “ética de la virtud” griega al parecer, la depuración de uno mismo devenía de 4 virtudes : coraje, justicia, templanza e inteligencia. La persona buena por tanto, no se definía por hacer cosas buenas. Más bien, el hacer cosas buenas, era síntoma de virtuosismo. Puede resultar confuso entender la diferencia, que sencillamente reside en lo que prioriza. Hoy día tenemos valores universales, derechos humanos, escrituras para los creyentes, leyes y toda clase de guías de la virtud por así llamarlos, que nos dictan que es bueno o malo, correcto o incorrecto, legal o ilegal, etc. Resulta más lejana la ética griega, como la preocupación del guerrero por encontrar el estado físico y mental que le lleva a ser mejor, de la actual mas basada en el correcto modo de operar matemáticamente según las premisas recalcadas, cediendo la búsqueda del reconocimiento de uno mismo al psicólogo o psiquiatra remunerado (no es crítica ni generalismo).

Desde el punto de vista ético planteado por los antiguos pues, la virtud no consistiría en la búsqueda del buen hacer, sino en el reconocimiento de uno mismo y la optimización hacia el objetivo, que era eudemónico (eudaimonia: “felicidad” pero también “colmar”, “llevar una buena vida”).

Da la impresión de que hoy día, en el vórtice de de entretenimientos y de premisas validas que auto-gratifican sin mucho esfuerzo, quedan pocos griegos que busquen relacionar su forma de ser con su día a día, y encontrarse en un estado en el que puedan desarrollarse mas plenamente. Puede que la gratificación social haya sustituido a la búsqueda del conocimiento  que saca de la cueva platónica, al fin y al cabo, para que salir si te han puesto un sofá y un ordenador a juego con las sombras de la pared.

Y es que cuando uno se plantea estas cosas, aparecen dos dudas, la primera atiende a la factibilidad o inviabilidad de esto, y la segunda atiende a cómo debe hacerse.

Respecto a lo primero, bueno, para mí al menos, no hay más que ver el panorama político de nuestro país para entrever que hay un serio déficit ético, que no es incompatible con saberse al dedillo los valores morales. Quizás, si muchas de las personas, particularmente egoístas,  que con su onda expansiva generan mucho daño a todo un pueblo, se hubiesen puesto por objetivo ser más eficientes en lugar de apostar por la demagogia y la coacción, no creo que tomaran por superflua la indignación ciudadana. Si entendieran que el poder está sustentado en la tolerancia de los de abajo a sus errores, y que no es cuestión de justificar tu bondad o tu maldad, tu fiabilidad o tu corrupción, tu inocencia o culpabilidad, sino de ser coherente a tu cargo, el panorama político sería muy distinto, y mucho más alternante. Porque podría resultar que lo que consigue dicho ente “políticamente correcto” al preocuparse de la moral más que de la ética propia, es convertirse en un actorucho que lucha por creerse su propia obra. Podría ser que la mentira, fuese fruto del intento de hacerte la cara a una careta, en lugar de buscar una que te valga.

Respecto a lo segundo, y atendiendo al Intelectualismo Moral socrático citado en el capítulo, creo que aprender te hace fuerte. Si pones suficiente ímpetu y atención, y buscas siempre enriquecerte, se te abrirán muchas puertas, a la vez que alimentas juicios para elegir con inteligencia cuales cruzas. Y esto pienso, te hace llegar al buen hacer.

Para ello y como he llegado a modo de conclusión, es necesario perder el miedo. Miedo a cambiar, miedo a vivir cosas, miedo a romper esquemas o a salirse, de vez en cuando, de lo moral en pos de lo ético, y así darle a la moral el valor que tiene: un modo de no molestarnos unos a otros. No un medio para triunfar. No buscar la aceptación en el cumplimiento de la norma, en la ecuanimidad con tus semejantes, sino en el ensalzamiento de uno mismo, en la defensa del respeto de tu individualidad. Crear tú, en definitiva, tu propia mascara.

No creo pues, que la principal preocupación sea acceder a la actuación modélica, sino a la conciencia más elevada posible, y entonces, en palabras de nuestro profesor de filosofía, se cae solo.



Y ahora os dejo con uno de mis artistas favoritos que  tiene una canción bastante aplicable a lo que he expuesto, y una de sus frases para meditar:

“la felicidad es como el orgasmo…si la piensas mucho, se irá” xD






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